Otra de psicopompos: “Dead Run”, un recuerdo perdido.


Probablemente todas las épocas tengan sus abyecciones, vilezas y también sus maravillas, claro, siempre bajo el control de esa sombra eterna y difusa, perdida desde el inicio de los tiempos, de álguienes o álienes que dirigen el curso de la historia. Sin embargo, sus buenos y sus malos tienen todas las épocas. Así como algunos ancianos recuerdan los boleros con nostalgia, otros ancianos recordarán con cariño otras cosas aburridas y ridículas, y se es anciano con relación a todos aquellos que nacieron al menos unos segundos después de nosotros.

En uno de esos recuerdos algo ridículos llega “Dead Run” a la mente, un capítulo de la Dimensión Desconocida de los años 80 (recordar que la serie original data de entre 1959 y 1964). En esta de los 80 se incluían dos historias de media hora en un mismo episodio, algunas eran nuevas versiones de la serie original y otras eran historias nuevas basadas en obras literarias u otras fuentes.

Buscando en el origen de algunas de las letras de El Chibcha Loco se encuentra este capítulo magistral de dicha serie, maravilla de viejos tiempos que algunos vieron en la vieja televisión Chibcha de los canales 7 y 9, y como una maravilla de la época actual se puede encontrar en YouTube.
 
Como muestra del influjo de las trampas de la nostalgia, al verlo nuevamente se ve esa fotografía brumosa de los 80, alguna falta de ritmo dramático e inclusive una edición no muy pulida, pero la historia se mantiene, es la misma, la misma que originó algunas letras de la banda: Un camionero desempleado consigue un trabajo fuera de lo común que al principio no entiende, tiene que llevar en su camión a unas personas hasta un lugar extraño. Poco a poco se va dando cuenta de que las personas que transporta son en realidad almas, y más específicamente son almas condenadas que deben ser llevadas al infierno, este infierno es como una barroca cárcel gringa cuyos guardianes son algo así como pequeños demonios a los que les gustan los cigarrillos, los cuales encienden con sus propias manos (en esas épocas este tipo de imágenes maravillaban perversamente, ahora tal vez eso sea algo menos que una pendejada).

En dicha cárcel se han presentado motines porque algunas almas se consideran injustamente condenadas, al adentrarse en su trabajo el protagonista conoce a un burócrata de corbata que es más o menos un Cerbero del infierno (o tal vez el mismo diablo), del cual entiende que no es dios quien decide quiénes van al infierno y quiénes no, sino que esta decisión es un proceso burocrático impersonal de acuerdo con unas normas establecidas.

En un momento de la historia es claro que el camionero es un psicopompo, un ser que conduce las almas a su destino final, como Caronte el barquero, pero ya no en un barco sino en una tractomula, y puede decidir cuál va a ser ese destino final.

Buena la historia diríamos, aunque solo como viejos. En los tiempos actuales el infierno ya no es importante, mucho menos el cielo, aunque cada vez el mundo del yo sea más infernal…  y más idiota, pero más infernal.

Pero que no importe no quiere decir que no exista, y el camino, mejor dicho la autopista al infierno todavía existe y está más transitada que nunca, hasta trancones se hacen, y todavía la música que suena en ella es lo que antiguamente se conocía como rock n' roll.


Comentarios

Entradas populares