La piedra que regresa a la cima para volver a verla caer


Esta semana en una carretera de Nariño, un joven ciclista en la vuelta de la juventud en Colombia toma la partida de la segunda etapa que inicia en ascenso. En los primeros kilómetros el muchacho ya ocupa el último lugar por lo que en el descenso busca desesperadamente alcanzar al pelotón. Calcula mal una curva, se golpea fuertísimo contra la barrera y tristemente muere…

¿Por qué? Era solo una carrera, un deporte, no era tan importante ¿o si?.... Pues sí. El muchacho en ese minúsculo momento, en medio de la inmensidad del destino no piensa en una casa para su familia, no piensa en el reconocimiento por el triunfo, no piensa en el futuro o el pasado, ni siquiera en el presente. En su mente está la inmortalidad.

¿La inmortalidad? Sí. En su mente solo se encuentra funcionando la programación primigenia del ser humano, la que contiene los arquetipos iniciales, lo único importante, lo único que se opone al destino universal que es la muerte, lo inmortal. En la mente del joven ciclista está el héroe, el arquetipo que en su caballo batalla para vencer la adversidad, para alcanzar la meta. No tiene miedo a la muerte pues es superior a ella, es la inmortalidad del espíritu humano, como Gilgamesh, el héroe que consigue la planta de la vida eterna pero luego la pierde. El hombre que se acerca por un momento a la inmortalidad de los dioses.

El Chibcha Loco no es lo suficientemente valiente como para ser un héroe en la batalla, como para morir en el intento, como para separarse del mundo. Pero la programación primigenia no solo la tiene el héroe, están los locos, los emperadores, las sacerdotisas, la justicia, la luna y el sol, todos mostrando por un instante la inmortalidad como un espejismo.

El Chibcha Loco es un aspirante a psicopompo, a Hermes Trismegisto subdesarrollado que sospecha que sabe algo que los demás no saben, algo que en pesadillas conducirá a las almas a la inmortalidad así se encuentre en el infierno. Carga la luz del ermitaño obligado a vivir en un lugar en el que habitan mil personas por metro cuadrado, un Sísifo urbano que placa a placa carga una y otra vez la piedra de la construcción de sus canciones para luego dejarla rodar indefinidamente, inconscientemente esperando una muerte arquetípica como la del héroe, que de alguna manera por un instante se convierta en una muerte inmortal.

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