El rock está muerto, remuerto. Un trabalenguas acerca del rock en Colombia y el nuevo álbum de El Chibcha Loco


2 de septiembre de 2016. ¿Para qué hacer rock? Para nada. Hoy es un sinsentido. Un sinsentido de grandes proporciones, por una buena cantidad de razones. En los años sesenta la juventud era una etapa de interdicción igual a la niñez, mientras se llegaba a la única etapa de la vida relevante para la sociedad: la adultez. Sin embargo para esa época los jóvenes, por el desarrollo general de los países en la posguerra, se convertían en un importante grupo de consumo que no existía anteriormente y que consecuentemente comenzaba a tener derechos económicos propios, momento en que nace el Rock N' Roll, cayéndole como anillo al dedo a la juventud, por razones del azar o por una conspiración del Instituto Tavistock para controlar a la sociedad con cuatro jóvenes de Liverpool que cantaban canciones escritas por el filósofo alemán Theodor Adorno.

Por lo que fuere, los jóvenes aparecen como un grupo social haciendo reclamaciones gremiales, que ve en el rock una expresión, por un lado diferenciadora con la generación de sus padres y por otro, que presenta a la sociedad sus valores y creencias. Esta representatividad se convierte en un engranaje de un sistema industrial de producción cultural y muy probablemente en un elemento de control mental de la sociedad por parte de todas aquellas hermosas organizaciones cuya existencia permiten la existencia de nuestra paranoia, claro, en EEUU e Inglaterra. En Colombia, esa juventud urbana muy provinciana, de alguna forma alcanzó a escuchar los ecos de esa reclamación social, que competía con los movimientos juveniles revolucionarios de izquierda y sobre todo con una cultura extremadamente provincial, conservadora y católica.

De los primeros años de twist y agogo a los psicodélicos finales de los 60 y principios de los 70, el rock chibcha, léase el rock bogotano y un poco el de Medellín, siempre estuvo permeado por los covers e imitación del sonido inglés o americano, incluso en los más elaborados trabajos como Los Speakers en Ingesón, o el Mundo Mucho Mejor de Los Flippers. Cuando se buscó cierto tipo de identidad propia se pasó a hacer cumbias y música andina como La Columna de Fuego y Génesis; pero más allá de la autenticidad y calidad, en ese momento para un grupo de la juventud, el rock significó algo, es decir algo que los representó, y hubo hippies, comunas, festivales de Lijacá y parques de la 60.

 

Festival de Ancón


Luego muere el rock a mediados de los 70, y solo hasta mediados de los 80, representado en "punmedallo" y el influenciador metal de Medellín, volvió a significar algo para la juventud. En un principio para cierta juventud pobre o marginada y luego con la entrada, desde lejos nuevamente, del rock alternativo, volvió a significar algo para una parte de los jóvenes en Bogotá, Medellín o Cali, nada más, y por unos pocos años. Luego la institucionalización con Rock al Parque y una nueva dosis de cumbias, vallenatos y música andina y el final, el final definitivo, en algún momento de los 90.

Hoy el rock no es un negocio editorial, ni siquiera en EEUU, no representa ni a jóvenes, ni a viejos, o adolescentes, las mismas cuatro notas y cuatro tiempos que resultaban emocionantes en otras épocas son solo eso, cuatro pendejadas, y a los jóvenes ahora les gusta el reguetón y probablemente hasta los represente. Total, si en los mejores tiempos significó algo solo para unas pocas personas y no fue negocio, ahora no es nada y además ya es un ritmo viejo como el chachachá o el bolero, entonces ¿para qué hacer rock?.

De todas formas muy pronto el nuevo disco de El Chibcha Loco, “TRES

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