Espaguetis!

“Hay dos tipos de hombres, aquellos con sus pistolas cargadas y aquellos que cavan.
Y tu cavas”. 
¿Quién no se ha comido un rebosante plato de espaguetis guisados con leche, arroz blanco, tajada y un pedacito de carne de segunda, por lo menos en el altiplano?

El diablo es glamoroso, nunca se va a anunciar como el cartel de una película western europea de los años sesenta, ni como un plato de espaguetis colombianos, porque la idea del personaje este es mostrar el lado intrascendente de la vida, el yo, la cotidianidad, el cretino mundo que sale en fotos sonrientes en el teléfono, las imágenes de revista o las canciones de un tipo que recita una retahíla de cotidianidades urbanas hablándole a una vieja, como si fuera algo lindísimo, deseable.

El verdadero asunto, el trascendente, el que tiene sentido, está en el contenido, en el desarrollo de lo que el cartel de la película prometía, en la tragedia, como el mudo Trintignant muriendo a manos de Kinski en quien buscaba la venganza. El contenido está en el plato de espaguetis colombianos, en la acción de alimentarse para continuar viviendo, no para tirárselas de gourmet. Pero para encontrar el contenido el paso principal es pasar de ver el cartel a ver la película, de ver la comida a comérsela en un acto liberador, que por un lado nos introduzca en una angustiante verdadera existencia, y por otro nos abra las posibilidades infinitas de un nuevo mundo en el que, como en estas películas, se repite el mismo pueblo y los mismos sentimientos humanos.



Los western europeos se parecen a la obra de El Chibcha Loco, con la mala suerte para El Chibcha que el año ya no es 1967 o 1968. Por un corto periodo el género fue una fuente inagotable de dinero y de algún desprecio por parte de críticos cinematográficos que lo consideraban de segunda categoría, cine B. Aún hoy se tiene esa idea, pero en realidad hablaban cosas serias, hablaban de la existencia humana, presentaban en primerísimos planos los sentimientos y emociones humanas, y de alguna manera la energía que rondaba por el mundo en esa particular época. De hecho viéndolas detenidamente, el tiempo del que hablan no es la segunda parte del siglo XIX sino los 60 del siglo XX; la época les coincidió, de la misma forma que el nacimiento y muerte del rock de esos días tuvieron un esplendor que para 1970 había desaparecido pero dejaba memorables obras, unas conocidas y otras no, pero que quienes no tenemos mucho que hacer disfrutamos como cuando nos comemos un delicioso plato de espaguetis colombianos con hambre.



De todas formas, si un día se cansa de ver caras sonrientes en el teléfono, intente mirar un espagueti western u escuchar El Chibcha Loco, la sensación es similar.

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